28 de marzo de 2019

Relación entre el mar, la madre y el amor. Amores místicos.


Amores místicos 

Por: Roly Polanco Santana

Relación entre el mar, la madre y el amor.
No te persigue el karma o la deuda, lo que te persigue es el amor.
Por eso, aprovecha este tiempo presente para entrar en el mar y en sus aguas de lo indecible.
Mar es de género ambiguo, es mare de madre, mater de maternidad.


Amar significa madre y es una palabra antiquísima de origen indo europeo.
La madre se entrega a plenitud a su hijo, decimos: "amor de madre", sin herir, sin juzgar, sin hacer daño, sin ocasionar dolor a ese otro que lleva en su vientre.

Los familiares, hijos, amigos, parejas sentimentales, no están dados por casualidad, son almas afines que nacen todos en el mismo mar, en el mismo vientre, por eso, no se van nunca, permanecen y cuando las olvidas resucitan en otros roles y/o papeles, para que se manifieste tu amor de mater o madre escondido.
No te persigue el karma, lo que te persigue es el amor.
Todo se establece desde ese juego de roles, donde al caer la tarde seremos todos examinados en el amor.
Así es como vemos los diferentes talentos y dones:
La enfermera y el médico te ayudan a curar la enfermedad física y la que está de parto es asistida por la matrona, el padre enseña las artes manuales a su hijo y así el maestro indica dónde está la montaña y la fuente, pero él sabe que es solo su papel.
El discípulo es el que debe escalar solo la montaña y llegar al manantial.
Todo son juegos de roles amorosos, no hay trampas, no hay rivales ni más encerronas que tú mismo.
No hay destinos determinados, no hay más cárcel que no poder realizarse en el acto de amar.
Imagina muchos ríos en diferentes latitudes que confluyen todos en un mismo océano.
Unos ríos vienen del desierto, otros de las altas cordilleras nevadas, otros descienden de las selvas tropicales, pero todos van a parar al mismo océano. Luego se funden, se fusionan y se disuelven, porque todo retorna a su fuente primigenia, a ese lugar de donde hemos partido.
De ahí que el mar es un bello arquetipo de aquello que somos, es variado, es inmenso, es rico, es poderoso, alberga lo dual.
El mar es sal y la sal es salud, de ahí proviene la vida.
El mar es madre, es cristal, es luz, es una imagen que nos recuerda lo insondable y espléndido del buen Dios.

Existimos para amarnos.

Amor místico:
Existimos para amarnos.
Es el sentido de la existencia y de esta realidad aparente.
Algún día dejarás de respirar, pero ese día comprobarás que sigues existiendo.
Ese día verás tu cuerpo tendido, entonces te darás cuenta de que en realidad no eres María ni Pablo, no eres el cuerpo físico con su nombre heredado, pero tú Yo conciencia es eterna seguirá existiendo aún sin respirar y sin oxígeno, ese día seguirás existiendo.
Tampoco irás "más allá" de aquello que ya eres, porque siempre has estado en ese centro.
El amor es el centro, por eso, el amor no se desplaza, solo el amor permanece, tan solo vibra e interactúa con la luz y la Totalidad.
Estamos solos tú y yo en el Uno como en el cosmos. Somos inseparables en ese "centro de amor".
El Tú representa al universo y el yo es lo individual, que no es más que el tú el cosmos diverso.
De ahí que nunca nos hemos separado, aunque nos hemos odiado, quizás otra forma, aunque torpe, de intentar llegar al ser amado.
Nos hemos visto en una dualidad y nos hemos sentido raros, como aquel niño que gime por las noches aunque se encuentra arropado.
Y entre lágrimas, los sexos y roles se debatían.
Y se preguntaban: ¿Qué hago aquí, dónde estas amado mio?
Porque tú eres en aquello olvidado que te ha dado vida.
Como el pez preocupado que buscaba el océano, navegaba entre sus aguas y lo tenía, lo respiraba, pero no lo encontraba. 



Tan solo fué la apariencia que se desvanecía delante de nuestros ojos 


¿Dónde estás amado mío?: suspiraba la tristeza...

Tú y yo somos el espíritu de amor que se refracta y se deshace en mil pedazos, se fracciona en las almas y hecho carne toma cuerpo en la forma física y lo corpóreo.
Para poder tocar y experimentar así, la ternura y tersura de los que se aman, pero en unos cuerpos que se rozan y se fusionan.
Esa es la razón más profunda de estar juntos y separados en estos planos, es el sentido de ser padre, de ser madre, ser hijos, novios, esposos, esposas y amantes.
Somos ángeles ciegos aprendiendo a volar, siempre eternos, unas veces despertándonos, otras buscándonos, pero siempre amándonos.
Ese es el sentido de toda existencia, aún el karma y el pecado es el grito del alma de que debemos amarnos más.
Y cuando llegue ese día de la separación, cuando desaparezca la etiqueta y el personaje, nos daremos cuenta que tan solo fué la apariencia que se desvanecía delante de nuestros ojos de luz y aún cuando ese día llegue seguiremos existiendo para amarnos infinitamente más y más.
Existir para amarnos.


(Recuerda, puedes compartir este escrito-artículo, siempre que respetes el derecho de autor)

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