6 de marzo de 2019

EL FEMINISMO NO LIBERA A LA MUJER. INSTRUMENTO POLÍTICO DE IZQUIERDA COMUNISTA


Las ultrafeministas son carne de psiquiatra.

Por:

José Manuel González Gorostiza

La huelga ¿feminista?.

El año pasado (2018), el día internacional de la mujer estuvo marcado por el ridículo que hizo Podemos, una vez más, con su cartel repleto de mensajes como "Ni una menos" o "Un país con nosotras" y… la foto de P. MANUEL. Que, salvo que aceptemos que se siente de género binario no fluido o alguna cosa parecida, no es una mujer. Lo cual, por supuesto, no le ha impedido aparecer como feminista, como tampoco le han restado puntos sus ansias de "azotar hasta que sangre" a una periodista desafecta. Ni ponerse a la cabeza de la reivindicación de este año, que es una huelga de mujeres en la que los hombres no somos bienvenidos, pese a lo cual se supone que es una manifestación más de la lucha contra el sexismo.




Que el feminismo actual no es más que una careta de la extrema izquierda resulta evidente a ojos de cualquiera que tenga... bueno... ojos. El problema es que abusa de una etiqueta que para muchos significaría abogar por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres para imponer una elusiva y unidireccional igualdad social. Elusiva, porque se pretende una representación igualitaria en sueldos, ocupaciones laborales, parlamentos y prácticamente cualquier ámbito considerado deseable donde las mujeres sean minoría, cuando un vistazo a la historia y al mero sentido común nos desvela que grupos diferenciados sea por sexo, nacionalidad, cultura o cualquier otro baremo en que se pueda clasificar a los seres humanos en conjuntos con distintos intereses y aptitudes– jamás han tenido una representación igualitaria en nada. 

Unidireccional, porque jamás les preocupará que los hombres sean la práctica totalidad de los encarcelados, de los fallecidos en accidente laboral, de quienes pierden la custodia de los hijos o de los suicidas. Como tampoco luchan para que las mujeres sean la mitad de los que arreglan nuestros problemas con las fosas sépticas, conducen camiones durante jornadas interminables o consiguen que a nuestras casas llegue ese milagro conocido como electricidad. No. Lo que quieren es que las mujeres sean al menos la mitad de los arquitectos, no de los albañiles.

La izquierda ha reducido su visión del mundo al producto exclusivo de una serie de relaciones de poder, sin que ninguna otra causa pueda explicar nada. Por tanto, cualquier injusticia o desigualdad, real o percibida, en la situación de la mujer no puede sino ser provocada por un poder injusto impuesto por los opresores machos a las pobres oprimidas mujeres. De ahí que JULIA OTERO, tan incapaz de un pensamiento original como entusiasta portavoz de cualquier ocurrencia políticamente correcta, se dedique a insultar a Cayetana Álvarez de Toledo calificándola de "cómplice de la opresión" por no ser una feminista acrítica, valga la redundancia. Pero resulta difícil tomar en serio la existencia de un patriarcado omnipresente y todopoderoso como explicación de todo cuando existen Soraya Sáenz de Santamaría y Ana Patricia Botín. Si el patriarcado es el Poder y todo se explica por el Poder, no habría ninguna mujer en ningún puesto de tronío en ningún país occidental; el Poder se habría encargado de impedirlo. No se preocupen: las feministas también encuentran explicación a estos casos, como que ‘esas mujeres no son mujeres realmente, porque han interiorizado los valores masculinos y en el fondo son hombres en esencia’. Pero quizá es más sencillo y realista concluir que no todo se reduce a esa visión dialéctica simplista de la lucha de opresores y oprimidos.


Feninazis radicales 

Como el posmodernismo que late por debajo de casi toda la ideología de la izquierda de hoy niega legitimidad o capacidad explicativa a nada que no sea el poder, los esfuerzos de la ciencia por investigar las causas reales de la brecha de género, o de la criminología por intentar averiguar las razones reales que llevan a un hombre a asesinar a su pareja, son criticados como meras justificaciones del patriarcado. Exactamente igual que hace 150 años Marx encontraba en la clase social burguesa a la que pertenecían los demás economistas la razón por la que no estaban de acuerdo con él. 

Por eso el uso que hace el feminismo de hoy de la ciencia es selectivo: vale lo que valga para la causa. La biología sí sirve para justificar que los hombres tengan de media cinco años menos de esperanza de vida, pero no para explicar que las mujeres opten más a menudo por carreras enfocadas en las personas (de medicina a trabajo social) antes que en las cosas (ciencias e ingenierías), o que sean mayoritariamente ellas quienes prefieran tener una vida más equilibrada entre lo personal y lo profesional.

Pero, oye, igual resulta que esta manifestación es limpia, que no la han organizado este tipo de feministas posmodernas, que no es cosa de esas locas que gritan "Machete al machito" o "Al abortaje". Pero un vistazo siquiera superficial del manifiesto debería llevar a cualquier persona razonable, esté a favor o en contra de la convocatoria, a descartar esa posibilidad.

Personas razonables entre las que obviamente no se encuentra el OBISPO OSORO, que de buenas a primeras ha decidido que la Virgen María estaría a favor del aborto o de la lucha contra "la alianza del patriarcado y el capitalismo que nos quiere dóciles, sumisas y calladas". Según la convocatoria de la huelga, para defender los derechos de las mujeres tienes que ser ANTICAPITALISTA, ANTILIBERAL, ABORTISTA, ANTICLERICALy APOYAR LAS FRONTERAS ABIERTAS. Es decir, tienes que ser de izquierdas, comunista, `podemta…

La verdad, no conozco a ningún hombre que quiera a las mujeres "dóciles, sumisas y calladas". Ahora, conozco a muchísimos hombres y mujeres que sí querrían que este tipo de feministas se callara de una vez y dejara de darnos la matraca. Y cada vez somos más.




Ideología de género

Una prominente feminista británica y columnista del muy políticamente correcto Guardian, Julie Bindel, ha declarado en una entrevista que a los hombres se nos debería internar "en algún tipo de campo" vigilado por guardias, aunque permitiría las visitas de madres, hermanas y parejas. Esta radical confiesa desear con toda su alma que la heterosexualidad desaparezca y que le pone enferma que las mujeres hagan una excepción con los hombres a los que aman de su condena universal a nuestro género, porque ellos también se benefician de los privilegios del patriarcado y no impiden a otros hombres ser una mierda. Porque los hombres somos todos una mierda, ya saben.

Bindel pertenece a una corriente cada vez más popular dentro del feminismo que considera que la orientación sexual es una elección y que, de hecho, la obligación de toda mujer es ser lesbiana por suponer "un desafío a la institución de la heterosexualidad y una forma de resistencia a las relaciones patriarcales", como escribía otra feminista norteamericana, Diane Richardson. Para ellas, en realidad es la heterosexualidad la corriente sexual artifical que ha sido impuesta a la mujer por el "patriarcado". Esta corriente tiene una larga historia en el feminismo, pero generalmente no se expone a la luz pública a las claras porque provoca una lógica repulsión.

La profesora Charlotte Bunch escribía ya en 1971 que el lesbianismo es "la clave para la liberación" y sólo son de fiar en la lucha contra la dominación masculina "las mujeres que cortan sus lazos con el privilegio masculino", es decir, con los hombres. En un discurso de 1980, Marilyn Frye aseguraba que “la heterosexualidad ampliamente extendida” es “un producto completamente artificial del patriarcado” y que la mayoría de las mujeres son "coaccionadas" para que sean heterosexuales. 



Feninazis abortistas 

Andrea Dworkin afirmaba en 1987 que el acto sexual es "una expresión formal, pura y estéril del desprecio del hombre por la mujer". En 1994 Dee Graham sentenciaba: “La violencia del hombre contra la mujer y el acto sexual normal son esenciales para el patriarcado porque establecen el dominio del pene sobre la vagina, y por tanto de las relaciones de poder entre los sexos". 

En España, la diputada podemita Beatriz Gimeno nos enseña que la heterosexualidad no es la manera natural de vivir la sexualidad, sino que es una herramienta política y social con una función muy concreta que las feministas denunciaron hace décadas: subordinar las mujeres a los hombres.

Se podría escribir un libro con estas sandeces. Bindel no es una excepción, sino una más dentro de una corriente del feminismo que se enseña en las universidades, pese a que más que un producto del pensamiento lógico parece más carne de psiquiatra.

Dentro de esa corriente, el separacionismo es una idea central que promulga que las mujeres deben vivir completamente separadas de los hombres para que así tomen conciencia de la realidad del patriarcado. De ahí a meternos a todos en un campo de concentración, como quiere Julie Bindel, solo hay un paso. 

Pero aquí, como en tantas cosas, el doble rasero de la izquierda luce en todo su esplendor. Bindel seguirá estando presente en medios como la BBC, seguirá escribiendo en el Guardian, no perderá su puesto de investigadora universitaria ni recibirá críticas del resto de feministas; no hablemos de tratarla como una apestada para la sociedad civilizada, lo que estaría más que justificado por sus ideas. 

Ningún hombre que dijera una barbaridad semejante disfrutaría de tanto respeto; de hecho, se trata mucho peor a quienes llevan una camisa con dibujos de mujeres provocativas o hacen bromas sobre laboratorios mixtos que a las feminazis que quieren meter a la mitad de la población mundial en un campo de concentración por ser hombres. Pero la izquierda es progreso y tolerancia, ya saben.

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